miércoles, 28 de agosto de 2019

Lo que ha traído el gato

Yo no me meto en la vida de nadie. 

Puedes preguntar a mis nietos, puedes preguntar a mis compañeros del club de lectura, a los otros viejos del pueblo, a los vendedores del mercado. Todos te dirán lo mismo: que yo no me meto en la vida de nadie. Eso es así. 

Otra cosa es que esté más o menos atenta de lo que sucede a mi alrededor, de la gente a la que aprecio, de mis vecinos... a veces alguien necesita ayuda y no es consciente de que la necesita o no tiene modo de pedirla o no sabe. Eso pasa. Y no es que vaya yo ahora de santa, también hay que decir que a veces se ve una metida en según qué situaciones que ni le van ni le vienen pero se ve obligada a intervenir. Y lo paso mal, eh, que no lo parece porque con los años he hecho callo pero yo soy muy vergonzosa. 

Y aun así procuro ser prudente, siempre busco el momento y la manera de ser lo menos intrusiva posible. Quizá no siempre acierte pero de verdad que le pongo toda mi buena voluntad. Y precisamente por eso, Bryn, estoy ahora en tu puerta. 

Ya te dije que esa verja de madera necesitaba un repaso, que de nada sirve que sea tan alta y tan maciza si luego tiene ese boquete a ras de suelo. Y yo no me meto, ya lo sabes tú, en lo que haces ni en quién te visita. Que yo te aprecio muchísimo y tenemos buena relación pero, eso sí, cada cual en su casa. Solo que eso no cuenta para Raspa, comprende que el bicho campa libremente por todas partes y que si ve un agujero por el que colarse, pues lo hace. No se puede sujetar a un gato como no se puede sujetar al agua. Eso es así. 

Otra cosa es que tal vez yo lo tenga mal acostumbrado permitiendo que meta en casa todo lo que caza, pero si quiero que me mantenga el jardín limpio de ratones y lagartijas tengo que reforzarlo positivamente; es un truco de toda la vida: él me enseña su presa, yo lo felicito y cuando se cansa de jugar con ella, a la basura. Fin de la historia. 

Imagínate cómo me he quedado esta mañana cuando me ha traído lo que me ha traído. Al principio no sabía ni lo que era porque una cosa tan menuda, tan poca tela —parece mentira— y con todo el barro y la pinaza incrustada… no ha sido hasta que lo he puesto bajo el grifo del fregadero y lo he frotado con jabón que he distinguido el dibujo de la blonda… en fin… Dile a la chiquita que está contigo que estas prendas tan pequeñitas hay que tenderlas en alto porque si no pasa lo que pasa. 

Anda, toma, dáselo, está limpio. Y no se hable más. Ya te he dicho que estas cosas me dan mucha vergüenza. Adiós. 

A cuidarse.