lunes, 16 de marzo de 2020

Confinados

A ver quién es el guapo que no lo menciona: que estamos en estado de alerta, que no podemos salir de casa, que si la curva de contagio que si el índice de mortalidad en los grupos de riesgo, que si tararí que si tarará. Al ritmo de esa musiquilla mis nietos casi me vuelven loca estos últimos días. Ada hasta llegó a tener la maleta hecha para venirse aquí a cuidarme. ¿A cuidarme de qué, si yo estoy como una rosa? Y al final se ha tenido que quedar en su casa con un gripazo de antología. Pero no por eso me dejan en paz, y tanto ella como su hermano me llaman todos los días. 

¿Y vosotros qué tal todo?, se me ocurre preguntarle esta mañana a Sauveur después de su interrogatorio de rigor. 

Empezó a explicarme que estaba siendo bastante duro porque al final lo del teletrabajo no es algo en lo que puedas concentrarte con niños por casa. Qué sorpresa, por otra parte. Y que no poder salir al gimnasio o hacer deporte le afectaba un poco y a Annabel, su mujer, también. Yo no sé cómo lo hacíamos cuando yo era joven para sobrevivir sin gimnasio. También que estaban organizando varias iniciativas vía whattsapp con otros padres del colegio para que los niños mantengan el vínculo entre ellos y hagan actividades conjuntas, los pobres. Sí, pobres niños en sus salones atestados de juguetes y tecnología, niños colmados de atenciones, niños alérgicos a medio minuto de aburrimiento. Que cada noche a las 20h los sacan al balcón para que griten lo que quieran y se desestresen, que tanto encierro los vuelve un poco majaretas. Majaretas, los niños, claro. Y ha acabado lamentándose de esta situación, de lo frustrante que es no poder actuar con plena libertad, que a él el otro día se le ocurrió coger la bici de buena mañana y a doscientos metros de casa lo paró una patrulla de la policía y tuvo que darse media vuelta muerto de la vergüenza… que entonces habían pensado en comprarse una… ¿elíptica? pero que con todo este asunto no hay ningún servicio de transporte que se la lleve hasta su casa. Y que a Annabel todo esto la había pillado con las raíces ya muy largas y que él había intentado decolorárselas en casa con un producto que compraron en el supermercado y que había sido un auténtico fracaso y que ahora no sabe cuánto va a tener que esperar para ir a que se lo arreglen. 

Cuando ya ha acabado de explicarme sus penurias le he dicho que esto que nos está pasando acabará siendo una aventura de la que hablar en las sobremesas familiares y de la que, afortunadamente, solo quedará la anécdota. Si de algo hay que estar fuerte ahora, hijo, es de cabeza, le he dicho justo antes de colgar. 

Menudos mierdecillas… 

A cuidarse.

3 comentarios:

  1. Qué brillante texto!!
    Me recuerda un poco a mi abuela, que en las fiestas del Pilar hace años se ofrecía para hacernos fila para comprar entradas de cualquier espectaculo que se nos pasara por la cabeza.
    "Vosotros pasaroslo bien, que yo estoy fenomenal en la fila hablando con la gente, la de filas que he hecho yo para conseguir un coscurro de pan como para que ahora me importe estar un par de horas para sacarle una entrada a mis nietos".
    Pues eso
    Abrazuchos.

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  2. Por alusiones
    https://ordenadoyescondido.blogspot.com/2020/07/lo-que-me-decia-mi-abuela-cuando-nos.html

    abrazuchos.

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  3. Lo q Leo,
    muchas gracias por comentar y por contribuir con tu aportación en tu blog. Siempre digo que las abuelas son fuente inagotable de anécdotas. Un saludo.

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