domingo, 18 de marzo de 2018

Malditas palabras



El 8 de marzo se celebraba el Día de la Mujer y por todas partes se armó un belén que ni te cuento. A mí me pilló en la cama con un constipado de los gordos pero por televisión pude ver la cantidad de mujeres en todo el país que salían a la calle. Si no hubiera sido por los analgésicos, los sentimientos contradictorios me habrían vuelto más loca de lo que estoy.

Ada vino a verme ese mismo fin de semana y como yo sabía que me echaría la bronca por no decirles que había estado enferma le preparé su tarta favorita, la de zanahoria. No me vengas con zalamerías, fue lo que me dijo al verla. También sabía que diría eso; como si la hubiera parido. Dejó a los chuchos fuera, atados en el patio de entrada, para regocijo de Raspa que los observaba desde el alfeizar de la ventana con su gatuna condescendencia. 

—Nena, tú no serás feminista… —le dije a Ada mientras le servía un trozo de tarta y una taza de café. 
—Me tomas el pelo —respondió ella mirándome fijamente. 
—Qué alivio, hija —murmuré. 
—¡No me tomas el pelo! —exclamó ella entonces—. Claro que soy feminista. ¿Tú no? 
Ya me extrañaba a mí, mi Ada tiene un temperamento muy afín a todo lo beligerante. Siempre pienso que si no fuera tan inteligente y tan pragmática ya se habría metido en algún lío. 
—Yo estoy feliz de que las mujeres luchemos por la igualdad de derechos —enuncié con mucho tiento—. Solo que eso del feminismo no me suena bien, no me gusta… 
—Pero ¿qué te crees que es el feminismo? 
—Será lo mismo que el machismo pero en la versión para mujeres. 
—Te equivocas. No tiene nada que ver. 
Machismo, feminismo. Palabras homólogas, digo yo. 
—Déjate de tecnicismos, Carmina. Te voy a buscar en el móvil ahora mismo las definiciones de la RAE, para que veas.
—Déjalo, hija, si ya sabes que yo no me meto en tus cosas. Solo era curiosidad. 
—Escucha —sentenció ella. Me di cuenta de que no iba a dejarlo estar tan fácilmente—, machismo: actitud de prepotencia de los hombres hacia las mujeres. 
—¿Ves tú? 
Ada levantó la palma de la mano para pedirme silencio. 
Feminismo —continuó leyendo—: principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre. 
Si no lo dijera la RAE no lo hubiera creído. ¡Qué coraje! Ada me miraba con esa velada expresión burlona que tan bien le sale, riéndose solo con los ojos. 
—La palabra no ayuda nada —me excusé. 
—Bueno, pero ahora ya lo sabes —concluyó ella retomando su café—. Eres feminista. 
—¡A mis años! 
—¡Pero si lo habéis sido siempre, la abuela Renée y tú! 
—Soy feminista —dije en voz alta para ver qué tal sonaba—, no sé si será bueno para mi tensión. 
—Lo que no es bueno para tu tensión es ese café que te estás tomando. 
Yo resoplé con hastío. No se cómo se lo montan pero al final siempre sale el tema del café. 


A cuidarse.

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